Mal y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas canónicas en el purgatorio.
Una pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo, necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean aquéllas.
Parece necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el horror, aumente la caridad.
Si a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos, es decir, muy pocos.
Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
Todas las entradas son de las mismas cosas, me quito de seguidor.
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